Liderazgo y Delegación. Administración desde el Hogar

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No es un secreto que muchas de las reglas de la administración de empresas son aplicables al hogar, pues funciona como una miniempresa donde fluyen recursos financieros, materiales, humanos, etc. Estos últimos, al igual que en la más compleja de las entidades, juegan roles diferentes que impactan en el resultado total del equipo. Se ha dicho siempre que cuando se está comprometido y se logra involucrar a todos, la administración está haciendo bien su trabajo.
Es tan común la similitud hogar-empresa que son muchos los conceptos administrativos que funcionarían en ambos sentidos.
Se puede aplicar para planificar el manejo del dinero y optimizarlo de la mejor manera para lograr objetivos trazados.
Se puede aplicar en la racionalización de los insumos para aprovecharlos y distribuirlos adecuadamente invocando la eficacia y la eficiencia.
Se puede aplicar organizando con efectividad los ciclos de mantenimiento de nuestros bienes tangibles, para que no suceda que nos quedemos sin ventilador porque jamás se limpió ni aceitó, o no se haya pintado un mueble o la cómoda, dándole una perspectiva de abandono y descuido.
Se puede aplicar en la capacitación necesaria, dígase estudios y aprendizaje, que junto al entrenamiento, resultan imprescindibles para lograr la preparación adecuada para asumir nuevos retos, tanto personales como profesionales y con ello un impacto final positivo en el grupo, no olvidar que el éxito se disfruta más cuando se comparte con los que influyeron cada día en tales resultados.
Se habla de sentido de pertenencia y qué orgullo más hermoso que el pertenecer a nuestra familia, el de cultivar lazos que nos unen por encima incluso de apellidos y ADN. Con virtudes y defectos es nuestro nido, madriguera, hábitat y qué puede importar más en estos tiempos (y siempre) que funcione perfectamente.
Qué placer infinito sentarse todos a la mesa, agradecer estar juntos, vivos, tener alimentos y compartirlos, mirarlos a todos y decir: ¡Ustedes son mi vida, mi amor, mi logro más grande! y en una sobremesa amena comprender que debe funcionar como perfecta maquinaria por el bien de todos sus miembros.
En muchas familias y hogares existen los que soportan el mayor peso del sostén de sus miembros, en buen cubano los que «llevan la carga encima».
Otras en que están bien repartidas las responsabilidades y hasta los pequeños aportan su granito de arena.
Es evidente los resultados de las familias donde sus miembros se esfuerzan y como se dice popularmente «jalan parejo», en cambio, en las que todo recae sobre alguien específico, solo basta que un día no esté disponible para que se inicie la debacle.
Por eso se habla de la llamada delegación de funciones, la cual es esencial en el progreso y éxito de la organización pues balancea las cargas y distribuye las capacidades operativas.
En el ámbito marinero se dice que un barco sin timonel termina varado, por ello, es ideal que en el hogar haya un líder o tronco del árbol, con un poco de gerente, un poco de abogado, un poco de psicólogo y otros «poderes geniales» para engranar perfectamente los ajustes, pero mejor aún, es cuando este líder no tiene que acudir a la imposición de facultades, sino cuando es ejemplo para el resto, es guía, horizonte y confianza.
Deben inculcar la acción colectiva, pero no hecha a regañadientes, no con muecas y desganos, sino sembrar en el alma de sus miembros la importancia de aportar todos, de unir las fuerzas, de que es tan importante ganar dinero como ayudar a cargar un cubo de agua, pelar los ajos, fregar, comprar el pan o echarle comida y agua a los animales, etc. Cuando desde pequeño se aprende a disfrutar ayudar al resto, se va por un buen camino en las relaciones humanas, cuando se disfruta ver que le quitamos un problema de encima a mamá, papá u otro miembro de la casa, que se siente como propio el bienestar colectivo, hemos logrado esa llamada «conciencia» que tanta falta hace, no solo en la casa sino en todas partes.
Así el «liderazgo y la delegación», los protagonistas de este capítulo, con el primero motivando, repartiendo tareas acorde a edad, salud, precauciones, capacidades, desde el propio ejemplo. El segundo, cumpliendo con el principio de involucrar a todos en los resultados, otorgando protagonismo y reconocimiento, desde el niño al abuelo, desde el cuñado a la nuera, no importa el lazo que los una, con compartir el mismo techo basta.
Trabajar todos, apoyar juntos, sin complejos ni estatutos, sin machismo ni feminismo, sin remuneración o pérdida, aquí solo impera la felicidad de todos, su protección, su bienestar, como en un perfecto «cardumen» de peces que nadan sincronizados para sobrevivir. ¡Que viva la familia y el hogar!
Y ahora más qué nunca
¡A cuidarnos entre todos y para todos¡

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